En un contexto de creciente tensión comercial entre México y Estados Unidos, la revitalización de la campaña «Hecho en México» emerge como una respuesta estratégica ante las constantes amenazas arancelarias del presidente Donald Trump. Este movimiento no solo busca fortalecer el mercado interno mexicano, sino también posicionar a las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (MiPyMEs) como pilares fundamentales de resiliencia económica frente a la incertidumbre internacional.
La campaña «Hecho en México» tiene raíces que se remontan a varias décadas atrás. Sus orígenes formales se encuentran en la década de 1970, cuando el gobierno mexicano implementó un programa para identificar y promover productos fabricados en el país. En aquel entonces, México seguía un modelo económico de sustitución de importaciones, buscando desarrollar la industria nacional.
El distintivo oficial «Hecho en México» fue creado como una marca registrada por la Secretaría de Economía (antes Secretaría de Comercio y Fomento Industrial). El logotipo característico, que combina las letras «H» y «M» estilizadas junto con los colores de la bandera nacional, se convirtió en un símbolo reconocible para los consumidores mexicanos.
Durante los años 80, la campaña adquirió mayor visibilidad como parte de los esfuerzos para enfrentar la crisis económica de esa década, incentivando el consumo de productos nacionales para preservar empleos y fortalecer la economía interna.
Con la apertura comercial de los años 90 y la firma del TLCAN en 1994, la campaña perdió cierto protagonismo, ya que las políticas económicas se orientaron más hacia la integración global y las exportaciones, especialmente hacia Estados Unidos.
Sin embargo, «Hecho en México» ha experimentado diversos relanzamientos a lo largo de los años, adaptándose a los diferentes contextos económicos:
El valor de «Hecho en México» ha evolucionado con el tiempo. Lo que comenzó como una simple etiqueta de origen en un contexto proteccionista se ha transformado en un sello que busca representar calidad, innovación y el valor único que los productos mexicanos pueden ofrecer tanto a nivel nacional como internacional.
La revitalización actual de la campaña frente a las amenazas arancelarias de Trump representa un nuevo capítulo en esta larga historia, donde el sello adquiere un significado adicional relacionado con la resiliencia económica y la autonomía productiva.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), las MiPyMEs representan el 99.8% de las unidades económicas en México, generan el 72% del empleo y contribuyen con más del 50% del Producto Interno Bruto (PIB) nacional. Estos números no solo revelan su importancia cuantitativa, sino también su capacidad para absorber mano de obra y distribuir la riqueza de manera más equitativa a lo largo del territorio nacional.
A pesar de su relevancia, las MiPyMEs mexicanas enfrentan numerosos desafíos: limitado acceso a financiamiento, escasa adopción tecnológica, informalidad, y una capacidad exportadora restringida. La pandemia de COVID-19 agravó estas dificultades, provocando el cierre de miles de pequeños negocios. La recuperación ha sido lenta y desigual, con muchas empresas operando todavía por debajo de sus niveles pre-pandemia.
En este panorama, la campaña «Hecho en México» representa una oportunidad para visibilizar y valorizar la producción de estas empresas, que suelen estar más orientadas al mercado interno que al externo.
Las amenazas arancelarias de Trump no son nuevas. Durante su primer mandato, utilizó esta herramienta como mecanismo de presión política, particularmente en temas migratorios. La imposición de aranceles significativos a productos mexicanos tendría consecuencias severas y de amplio alcance:
Para las MiPyMEs exportadoras, estos efectos serían potencialmente devastadores. A diferencia de las grandes corporaciones, carecen de los recursos para absorber costos adicionales o rápidamente redireccionar sus productos hacia otros mercados.
Ante este escenario, la reorientación hacia el mercado interno emerge como una estrategia no solo defensiva sino potencialmente transformadora. Con una población de aproximadamente 130 millones de habitantes, México posee un mercado interno considerable que ha sido históricamente subaprovechado por muchas empresas locales, especialmente tras la apertura comercial de las últimas décadas.
La campaña «Hecho en México» busca aprovechar este potencial mediante varias líneas de acción:
Numerosas MiPyMEs mexicanas han logrado destacarse gracias a su enfoque en calidad, innovación y aprovechamiento de elementos distintivos de la cultura mexicana:
Estos casos demuestran que el valor de lo «Hecho en México» no radica simplemente en el nacionalismo económico, sino en características distintivas que pueden ser competitivas tanto local como globalmente.
Para que la campaña «Hecho en México» alcance todo su potencial como escudo frente a las amenazas arancelarias, es necesario abordar varios desafíos estructurales:
El éxito de «Hecho en México» como estrategia frente a las tensiones comerciales requiere un esfuerzo coordinado de múltiples actores:
El gobierno debe simplificar trámites, ofrecer incentivos fiscales para la producción nacional, negociar inteligentemente con EE.UU. para minimizar daños potenciales, y diseñar políticas industriales coherentes que promuevan sectores estratégicos.
Las grandes empresas pueden jugar un papel crucial integrando a MiPyMEs locales en sus cadenas de valor, transfiriendo conocimiento y tecnología, y colaborando en la certificación y promoción de estándares de calidad.
Los consumidores, con cada decisión de compra, tienen el poder de votar económicamente por el tipo de país que desean construir. La preferencia consciente por productos nacionales de calidad puede generar un círculo virtuoso de desarrollo.
Las instituciones educativas y de investigación deben fortalecer vínculos con el sector productivo para fomentar innovación y desarrollo de productos que respondan a necesidades específicas del mercado mexicano.
Es importante subrayar que la campaña «Hecho en México» no debe interpretarse como un simple retorno al proteccionismo. En un mundo globalizado, las políticas de sustitución de importaciones sin consideraciones de competitividad y calidad tienen escasas posibilidades de éxito sostenible.
El verdadero potencial de esta iniciativa radica en construir una propuesta de valor sólida para los productos mexicanos, basada en:
Las amenazas arancelarias de Donald Trump, aunque preocupantes, pueden convertirse en el catalizador que México necesita para replantear su modelo de desarrollo económico. La excesiva dependencia del mercado estadounidense ha sido históricamente una vulnerabilidad estratégica que ahora queda nuevamente expuesta.
La campaña «Hecho en México», más que una respuesta coyuntural, representa una oportunidad para construir una economía más resiliente, diversificada e inclusiva, donde las MiPyMEs jueguen un papel protagónico. No se trata simplemente de sobrevivir a las tensiones comerciales inmediatas, sino de sentar las bases para un desarrollo económico más autónomo y sostenible.
El camino no es fácil ni rápido. Requerirá constancia en las políticas públicas, compromiso del sector privado y una transformación cultural en los hábitos de consumo. Sin embargo, cada crisis trae consigo oportunidades, y México tiene ahora la posibilidad de convertir la amenaza arancelaria en el impulso definitivo para un nuevo modelo económico más equilibrado entre mercado externo e interno, donde el valor de lo «Hecho en México» sea reconocido tanto dentro como fuera de sus fronteras.
La verdadera prueba del éxito de esta estrategia no será simplemente sobrevivir a las políticas de Trump, sino emerger de este periodo con una economía más fuerte, diversificada y equitativa, preparada para los retos del siglo XXI.
Las iniciativas para promover el consumo de productos nacionales tienen raíces históricas profundas. Varias campañas similares a «Hecho en México» han tenido éxito en diferentes países como estrategias para fortalecer sus economías internas frente a la competencia internacional. Algunos casos destacados son:
El movimiento «Buy American» tiene sus raíces en la década de 1890, cuando se formaron ligas para promover el consumo de productos nacionales.
La campaña «Buy British» surgió de manera formal en la década de 1930, durante la Gran Depresión. En 1931, el Reino Unido abandonó el patrón oro y adoptó políticas para fomentar la compra de productos británicos como respuesta a la crisis económica. La campaña incluía carteles, sellos en productos y una amplia promoción mediática.
«Buy Korean»: Después de la crisis financiera asiática de 1997, Corea del Sur implementó campañas agresivas para promover el consumo de productos nacionales. Estas iniciativas ayudaron a empresas como Samsung, LG y Hyundai a consolidarse primero en su mercado interno antes de convertirse en gigantes globales. El gobierno coreano estableció políticas de apoyo industrial coordinadas con estas campañas, resultando en un notable desarrollo económico.
«Made in Canada»: La campaña canadiense ha sido particularmente exitosa en sectores como alimentos, textiles y muebles. Estudios muestran que los consumidores canadienses están dispuestos a pagar hasta un 10-15% más por productos con certificación de origen canadiense, lo que ha protegido a muchas industrias locales frente a la competencia estadounidense.
«Made in Italy»: Uno de los casos más exitosos a nivel global, esta campaña ha posicionado los productos italianos como sinónimo de calidad y diseño superior, especialmente en sectores como moda, alimentos, muebles y automóviles de lujo. Italia ha logrado que este sello sea valorado internacionalmente, creando una premium de precio para sus productos.
«Monozukuri»: Aunque no es exactamente una campaña con eslogan, Japón ha promovido el concepto de «Monozukuri» (el arte de hacer cosas) para destacar la calidad y precisión de la manufactura japonesa. Esta filosofía ayudó al país a mantener industrias clave dentro de sus fronteras a pesar de la competencia de países con costos laborales más bajos.
«Australian Made»: Lanzada en 1986, esta campaña con su logotipo de canguro verde ha sido muy efectiva para proteger sectores como el alimentario y el de productos para el hogar. Estudios muestran que el 88% de los australianos prefiere comprar productos locales cuando están claramente identificados.
«Make in India»: Lanzada en 2014, esta iniciativa ha buscado transformar a India en un centro de manufactura global mientras fortalece su producción para el consumo interno. Ha tenido éxito atrayendo inversión extranjera para producir localmente, creando empleo y reduciendo dependencia de importaciones en sectores estratégicos.
«Thai Select»: Centrada principalmente en productos alimenticios, esta campaña ha logrado no solo fortalecer el mercado interno sino también impulsar la «marca país» en el exterior, creando valor agregado para productos tailandeses.
Los factores comunes de éxito en estas campañas incluyen:
Estas experiencias internacionales y la propia, iniciada en la década de los 1970’s ofrecen lecciones valiosas para la actual campaña «Hecho en México», demostrando que es posible posicionar efectivamente los productos nacionales incluso en economías abiertas al comercio global.